martes, 25 de septiembre de 2018

Marzo 2017, Santa Cruz, Argentina.

La Patagonia ofrece un territorio impensado. Por su extensión, su geografía, su dulce hostilidad, por la cantidad de kilómetros alambrados. Descubrir guanacos y choiques no dejaba de sorprendernos y emocionarnos. 
Para llegar a Tierra  del Fuego es necesario pasar por Chile. El pensar en ese paso nos inquietaba ya que habiendo escuchado acerca de la rigurosidad de los gendarmes y gente de frontera, no sabíamos cómo sería nuestra experiencia. 

Hubo que deshacerse de cajones de plantas que nos acompañaron durante todo el viaje y, lo más difícil para mí, al menos, fue tener que dejar la maceta poblada de plantas maravillosas donde llevaba enterrada la placenta de Antú. Sabía que no podría pasarla y pensar en que quedara en manos de gente desconocida y en esas circunstancias me estrujaba aún más el alma. Hicimos una ceremonia sencilla en casa de una amiga a quien habíamos elegido para que fuese su "guardiana" y practicando hasta el extremo el desapego cerramos una etapa de nuestra vida entregando más que un símbolo de vida a la Pacha. Fue emocionante, profundo, conmovedor.


A punto de embarcar del Continente a la isla
Llegando a la frontera revisamos qué alimentos sí y cuáles no, comimos todos los que pudimos para no tirar, escondimos pequeñeces...pero lo que no habíamos sospechado era que los libros de la biblioteca pudieran representar algún "peligro" para alguien. Pues sí, sospechaban que los queríamos pasar para vender, no entendían la diferencia entre biblioteca y librería, no bastaban los recortes de periódicos, la documentación...la cosa se puso tensa porque nunca íbamos a dejar la biblioteca en la aduana chilena ni en ninguna otra!! Se acercó un gendarme que me doblaba en estatura y mientras tres acosaban a Luciano, éste se me vino con el perro a revisar lo ya revisado y pedir que sacara a Antú del auto y a amenazar con leyes de tránsito que no sólo no estábamos incumpliendo sino que aún no estaban en vigencia en Chile...absurdo. Pero como sabemos por larga experiencia que las fronteras son tierra de nadie...o de los que tienen el sello en la mano, mejor dicho, tratamos de respirar hondo y poner las mejores caras de pelotudos que pudimos y hablar sin perder los estribos. Total de última, si la biblioteca no pasaba, nosotros tampoco, fin del problema.

Felizmente, logramos pasar sin más que un mal momento. Pero no logramos salir de ahí ya que un eje de la casa rodante se había roto y apenas pudimos llegar a Cerro Sombrero (Tierra del Fuego,Chile).Dejamos la casa rodante entera al cuidado de Chamelo,mecánico generoso y honesto, y llegamos a Río Grande (Tierra del Fuego, Argentina) donde se rompería el auto a las 21hs de un viernes que anticipaba fin de semana largo...o sea...con lo puesto, sin dinero para hospedarnos y sin abrigo ya que nuestra casa estaba del lado chileno. Sin desesperar, acostumbrados a los desafíos del camino, llegamos adonde teníamos que llegar: en una gomería a punto de cerrar conoceríamos a Jonhy, un mecánico por demás de generoso que nos llevaría a dormir a su casa hasta que solucionáramos el problema! Tres días después, regresaríamos a Chile y recuperaríamos la casa rodante en el taller de Chamelo quien quería convencernos que nos quedáramos a vivir allí, gente amorosa si la hay.